Es una vieja y mala costumbre de los seres humanos. Papá le enseña a sus “cachorros” a conducir pensando “¿quién mejor que yo?”. Lo sube sobre su fal
Es una vieja y mala costumbre de los seres humanos. Papá le enseña a sus “cachorros” a conducir pensando “¿quién mejor que yo?”. Lo sube sobre su falda o le cede el asiento y le entrega el volante. El error se consuma bajo un equivocado y estúpido razonamiento: papá cree “tiernamente” que todo lo que haga su querido hijo está bajo su control, pero nada de eso es cierto.
Algo más o menos así fue lo que pasó el miércoles 23 de marzo de 1994 cuando el comandante Yaroslav Kudrinsky (39) puso, al frente del vuelo comercial 593 de Aeroflot, un Airbus A310 de la aerolínea de bandera rusa, a su hijo de 15 años. Los pasajeros quedaron en sus manos y bastaron poco más de tres minutos de distracción y malas decisiones para que todo se fuera literalmente al demonio y la nave se estrellara contra la colina de Óblast, en Kémerovo, Rusia, con las 75 personas que estaban a bordo.
La costumbre de invitar niños a la cabina, que ya entonces rompía las normas pero que era una práctica habitual entre algunos profesionales del aire, esta vez se había convertido en un juego mortal. Y un verdadero escándalo.
El engranaje de la tragedia
Fue en noviembre de 1992 que la compañía Aeroflot contrató a Yaroslav Vladimirovich Kudrinsky para su nuevo equipo de pilotos que manejaría los flamantes Airbus A310, recientemente adquiridos para vuelos internacionales. Había sido seleccionado por su fluido inglés y por su vasta experiencia: tenía en ese momento 8940 horas de vuelo y, de ellas, 907 eran en los Airbus A310. Era la nueva Rusia que salía al mundo, la disolución final de la Unión Soviética había ocurrido en diciembre de 1991, y Aeroflot llamó a esta división de élite: Russian International Airlines.
Ese martes 22 de marzo de 1994, el vuelo de Aeroflot 593, saldría del Aeropuerto Internacional Sheremetyevo, en Moscú, sin escalas, hacia el Aeropuerto Internacional Kai Tak, en Hong Kong. El avión, con capacidad para 240 pasajeros, había llegado con su pasaje completo ese mismo martes 22 proveniente de Londres. El aparato volvió a despegar unas horas después hacia Hong Kong con un cuarto de su capacidad: llevaba 63 pasajeros y 12 tripulantes. Como era un vuelo de más de 10 horas, al comando de la aeronave había tres pilotos: el capitán Andrei Viktorovich Danilov (40, el más experimentado de todos); el capitán Yaroslav Kudrinsky (39) y el primer oficial Igor Piskaryov (33, el más novato del trío).
Los pilotos, por la política interna de la compañía, podían llevar, por poco dinero, a sus familiares en algunos viajes. Kudrinsky, esta vez, invitó a sus hijos a pasar cuatro días de vacaciones en Hong Kong. Era la primera vez que saldrían al exterior. La mujer de Kudrinsky, Victoria, los llevó al aeropuerto después de almorzar y les pidió que la llamaran apenas llegaran a destino. El piloto embarcó orgulloso con su uniforme y sus dos hijos colgados del brazo: Yana, de 12 años, y Eldar, de 15. Estaban entusiasmados.
A las 16:39 el vuelo 593 despegó suavemente de la pista y se elevó hacia el cielo. Eldar y Yana iban sentados en primera clase acompañados por otro piloto de Aeroflot, amigo de su padre, que viajaba como pasajero, Vladimir Makarov. También él llevaba a bordo a su hija menor de edad. Volarían hacia el este, sobre Siberia, Mongolia y China y el pronóstico del clima era bueno.
Cuatro horas después, en altura crucero y con un panorama tranquilo, el comandante Danilov le pasó los controles a Kudrinsky y se retiró al espacio que utilizan los pilotos para descansar. Volvería para hacer el aterrizaje. A cargo del vuelo quedaron Kudrinsky (quien en los dos años que volaba con Aeroflot no había tenido ningún incidente) y Piskaryov que operaba como copiloto. El sofisticado sistema computarizado de la aeronave permitía hacer largos trayectos de vuelo en piloto automático. Este controlaba la altitud, la velocidad y el rumbo y las tres perillas que lo conformaban, a su vez, manejaban por separado los movimientos laterales, los verticales y los alerones.
A medianoche, cuando los pasajeros dormían, Makarov llevó de sorpresa a la cabina a los hijos de Kudrinsky. Se asomó y le dijo a su padre que Yana y Eldar estaban tan excitados que no podían dormir. Kudrinsky decidió aprovechar la calma del vuelo y los dejó entrar. Les mostraría su nuevo trabajo: surcar los aires no solo de Rusia sino del mundo entero. Eran las 00:40 de la madrugada del miércoles 23 de marzo y estaban a 10 mil metros de altura cruzando la noche del planeta sin grandes vientos.
Admitir hijos en la cabina de mando no era algo que fuera permitido por las líneas aéreas, si bien solía suceder con frecuencia antes del atentado a las Torres Gemelas ocurrido el 11 de septiembre de 2001.
El capitán Yaroslav Kudrinsky junto a sus hijos Yana y Eldar y a su esposa Victoria, quien al día siguiente se enteró que toda su familia había muerto
Luchar contra el piloto automático
Al ver a sus hijos, Kudrinsky tiene una idea para entretenerlos. Le pregunta a Yana si quiere manejar el avión: “Vení y sentate en mi asiento ahora… ¿te gustaría?”. Ella, encantada, responde que sí.
Mientras el copiloto estaba en su sitio, Kudrinsky le cedió su lugar a Yana sin traspasar antes a Piskaryov el control de la nave.
Fue su primer error. Pero no sería el único.
Son las 00:43 cuando la hija menor de Kudrinsky comienza su juego de pilotar un sofisticado avión comercial. Su padre le advierte que solamente puede tocar la palanca de mando, no debe apretar ningún otro botón. La pre adolescente, obediente, se sienta con cuidado. Le dice a su padre que no ve bien desde donde está y Kudrinsky ajusta el asiento para que ella pueda observar los instrumentos con comodidad. Yana hace preguntas y su padre, parado detrás, responde. Le muestra con paciencia cómo el avión dobla cuando ella mueve la palanca. Aunque es una especie de simulación, un tonto juego para que Yana crea que conduce la nave. En realidad, están volando en piloto automático. Kudrinsky solo ha desconectado un segmento del mismo que le permite que, al mover la palanca, el avión doble suavemente y el horizonte artificial muestre el leve giro. Unos segundos después, Kudrinsky conecta otra vez lo que había desconectado.
Siete minutos y medio más tarde, Yana le deja el lugar a su hermano Eldar. El adolescente está ansioso, ya ha visto lo que hizo su hermana menor, ahora quiere hacerlo él. Makarov lo filma sentado en el asiento de su papá. Eldar sonríe entusiasmado sentado en la butaca pasadas las 00:50. Los primeros dos minutos se dedica a mirar los impactantes instrumentos de vuelo y las luces indicadoras. Cuando toma el “joystick” (así se le dice en inglés a la palanca de mando) Eldar le pregunta primero a su padre si puede torcer ese control. Él le responde que sí. Cree que nada de lo que haga su hijo puede poner en peligro la tranquilidad del vuelo. Mientras Kudrinsky habla con el resto, Eldar aplica diez kilos de fuerza para torcer unos grados el rumbo del aparato hacia la izquierda. El piloto automático resiste la fuerza de Eldar.
“¿Ves cómo dobla?”, le pregunta su padre. Eldar sigue con la palanca entre sus manos porque la siente pesada (ello se debe a que está en piloto automático).
Kudrinsky está cometiendo otro error garrafal: está distraído respondiendo las preguntas de Yana mientras Eldar batalla contra la palanca durante más de 30 segundos. De pronto, algo cambia y Eldar ya no la siente igual, se ha aligerado. A las 00:56 y 36 segundos Eldar le hace notar a su padre que algo no está bien porque el avión está doblando solo.
No lo saben, pero la fuerza contínua que Eldar ha mantenido durante medio minuto desactivó una parte del piloto automático de la nave, sin que esto haga sonar ninguna alarma. Solo se prende una pequeña luz roja en la parte superior de la cabina que ninguno de los pilotos advierte.
Eldar tiene ahora poder real sobre los alerones del avión. A ninguno se le ocurre pensar que pueden estar a minutos de morir.
Nadie podía creer cómo ese avión moderno con pilotos experimentados pudo haberse estrellado. Las respuestas estaban en la caja negra: las conversaciones entre los adolescentes y los pilotos fueron esclarecedoras (Getty)
198 dramáticos segundos
La cadena de fallas humanas, incluida la permanente distracción de los tres pilotos (dos de los que estaban a cargo de la nave más el que estaba de visita), conducía al peor lugar.
Mientras el capitán Danilov duerme (su voz no aparecerá en las grabaciones de la caja negra), el avión comienza a efectuar movimientos inesperados y, en pocos segundos, la situación se vuelve caótica. En la pantalla el horizonte artificial muestra un arco extraño, no la ruta esperada. Los giros se vuelven pronunciados y el avión vuela inclinado de costado en unos 45 grados. De golpe, el horizonte artificial desaparece de las pantallas. Van a 650 kilómetros por hora y no saben hacia dónde. La aeronave súbitamente apunta la nariz hacia arriba y asciende como un cohete en posición vertical. La fuerza de la gravedad es tal que le impide a Kudrinsky, quien está fuera de su asiento, retomar su lugar y, a su hijo, salir del mismo. Kudrinsky tampoco puede alcanzar los mandos para controlar la situación. Al comando del Airbus A310 están el adolescente y el copiloto. Eldar es el único con sus dos manos sobre la palanca de mando. Aterrado solo puede hacer lo básico que le indican.
A estas alturas, el capitán Danilov ya no duerme, pero poco puede hacer. La gravedad no le permite moverse de donde está. Él no tiene idea de lo que puede estar sucediendo para que el avión se comporte así.
En la cabina de pasajeros han caído las mascarillas, y todo vuela por los aires mientras experimentan una gravedad extrema. Sienten que pesan casi el cuádruple. El fuselaje cruje. Es como estar dentro de una violenta centrifugadora. Todos advierten que la situación es dramática.
De pronto, otra alarma se suma al griterío de la cabina de mando. Pero cuando todo parece fallar, un sistema automático de seguridad se enciende y dirige la nariz del avión hacia abajo para ganar velocidad. Comienza un descenso brutal a 731 kilómetros por hora. Como en una montaña rusa ahora caen en un espiral de vértigo con el morro apuntando hacia el suelo. Los pilotos saben que tienen poco tiempo para volver a levantar el avión antes de golpear la tierra.
El copiloto y Eldar se las ingenian para poner nuevamente la nariz hacia arriba. Esto posibilita a Eldar gatear fuera del asiento y a su padre, el capitán Kudrinsky, retomar los controles. Por fin. El avión vuelve a ascender en vertical, pero están subiendo demasiado rápido. Los motores no lo soportan, el avión pierde sustentación y entra en pérdida. Vuelven a caer en picada. Pero Kudrinsky y su copiloto no se rinden y recuperan el control, detienen la caída. Parece que la nave se estabiliza y empiezan otra vez a subir a toda máquina, pero no lo suficiente… Frente a ellos están las montañas de Siberia. Se estrellan momentos después.
Habla la caja negra
Al comienzo de la investigación nadie podía comprender qué podía haber pasado con el vuelo 593 de Aeroflot y su avión estrella. Especularon que podía haber sido derribado con una bomba por un ataque terrorista, pero el hallazgo de un cadáver intacto de un miembro de la tripulación con la mascarilla de oxígeno puesta los hizo pensar en una posible y súbita descompresión. Nada cerraba. Encontraron la caja negra y la mandaron a analizar por los peritos en siniestros aéreos. Ellos rescataron el contenido y la verdad quedó en evidencia. Las conversaciones registradas entre los adolescentes y los pilotos fueron esclarecedoras. El motivo estaba allí, no había que buscar mucho más.
Al comienzo, Aeroflot intentó negar que los chicos fueran en la cabina durante el viaje, pero el contenido de las cajas negras fue publicado el 28 de septiembre de 1994 por una revista rusa y ese diálogo resultó incontestable.
Acá van los 198 segundos finales de lo que se dijo en la cabina de mando del vuelo 593 durante ese infierno en la alturas desatado por la imprudencia de un padre. Están los pilotos, los niños y voces no identificadas
-Kudrinsky: ¿Ves que dobla? Es el avión doblando hacia la izquierda.
-Eldar: Así es.
-Kudrinsky: ¿No lo ves?
-Xxxx: Ahora yendo a la derecha.
-Makarov (el piloto amigo que va de pasajero): Pon el horizonte normal para él…
-Yana: (dice algo que no se entiende)
-Kudrinsky: ¿Qué pasa Yana?
-Yana: (ella sigue hablando ella, pero no es comprensible lo que dice)
-Kudrinsky: ¿Por qué?
-Yana: (No se entiende)
-Kudrinsky: Lo único que tenés que hacer es dormir en Primera Clase. ¡No corran allí, porque nos van a despedir!
-Eldar: ¿Por qué dobla solo?
-Kudrinsky: ¿Dobla solo?
-Eldar: Sí.
-Kudrinsky: Pero, ¡¿por qué lo hace?!
-Eldar: No lo sé.
-Kudrinsky: ¿Hemos perdido la ruta?
-Makarov: Está entrando en zona…
-Piskaryov: Estamos entrando en una zona en patrón de espera…
-Kudrinsky: ¿Lo hicimos?
-Piskaryov: Seguro.
Los 198 segundos finales de las conversaciones entre los pilotos y los jóvenes en la cabina del avión las publicó una revista rusa el 28 de septiembre de 1994
(Tres tipos de alarmas comienzan a sonar. Los pilotos todavía no se dan cuenta de que no navegan con piloto automático. No comprenden qué pasa y por qué el avión no responde como pretenden. Eldar sigue en el asiento mientras su padre no ha logrado sentarse).
-Makarov (nervioso) : ¡Hey chicos!
-Kudrinsky: Mantengan, ¡mantengan la palanca de mando! ¡Manténganla!
-Piskaryov: ¡La velocidad! Da vuelta para el otro lado, ¡el otro lado!
-Kudrinsky: Dobla a la izquierda.
-Piskaryov: ¡Dobla a la derecha!
-Kudrinsky: Dobla a la izquierda, a la izquierda.
-Piskaryov: Hacia el otro lado.
-Kudrinsky: ¡Izquierda!
-Piskaryov: ¡Hacia la derecha!
-Xxxx: ¿A la derecha?
-Piskaryov: ¿¿No ves o qué?? Dobla a la derecha, a la derecha…
(El avión comienza a descender a toda velocidad)
-Piskaryov: Sí, dobla a la izquierda, tierra a la izquierda.
-Kudrinsky: ¡Elder sal de ahí! Ve para atrás, ve para atrás Eldar, ¿¿ves el peligro, lo ves???
-Pikarev: Aceleradores en ralentí.
-Kudrinsky (grita): ¡¡¡Salí de ahí!! ¡Eldar sal!
El vuelo de Aeroflot 593 había partido del Aeropuerto Internacional Sheremetyevo, en Moscú, el martes 22 de marzo de 1994. Había llegado desde Londres ese mismo día con 240 personas a bordo. Partió hacia Hong Kong con un cuarto de su capacidad: 63 pasajeros y 12 tripulantes
(En este punto las fuerzas G hacen que las personas sientan que pesan cuatro veces más y a Eldar le cuesta moverse. El avión está en una posición antinatural, sube en vertical y, luego, empieza a descender en giros enloquecidos. Las alarmas siguen sonando mientras el caos reina. Este es el momento en que Eldar ha conseguido salir del asiento del piloto y su padre lo recupera)
-Piskaryov (grita también): ¡A todo motor! ¡A todo motor!
-Kudrinsky: Lo hice, lo hice.
-Piskaryov: Todo motor, ¡todo!
-Kudrinsky: Lo hice.
-Piskaryov: ¡¡¡A todo motor ahora!!!
-Kudrinsky: Lo hice, lo hice ¿Cuál es la velocidad?
-Piskaryov: No pude ver el instrumento.
-Kudrinsky: Ahí, ahí, ¡¡a todo motor a todo motor!!
-Piskaryov: ¡Sí, la velocidad es alta!
-Kudrinsky: Si es alta ¿no es cierto?
-Piskaryov: ¡¡Demasiado alta!!
-Kudrinsky: La apagué.
-Piskaryov: Saldremos, saldremos, saldremos… a la derecha, a la derecha. La velocidad es muy alta, reduce.
-Kudrinsky: La reduje.
-Piskaryov: Suavemente, mierda, ¡no de nuevo! ¡¡no!!
-Kudrinsky: No dobles a la derecha. La velocidad… puse un poco…
-Piskaryov: ¡Oh!
-Kudrinsky: ¡Salgamos ahora! Todo está normal. subamos suavemente, despacio, ¡¡despacio dije!!
(En ese estado de confusión, habiendo estabilizado un poco el avión, no ven el altímetro e impactan de lleno contra una ladera nevada y boscosa de Siberia)
Los restos del vuelo 593 se esparcen e iluminan la noche helada. Son como antorchas que encienden la montaña entre las figuras oscuras de miles de pinos.
La radio crepita, sin voces.
Son las 00:59 cuando los controladores aéreos se percatan de que el vuelo 593 de Aeroflot se ha evaporado de los radares.
Todos están muertos en esta escarpada, fría y remota superficie, a unos 25 kilómetros de Mezhduréchensk, en el suroeste de Siberia.
Han transcurrido 198 agónicos segundos desde aquella primera mala decisión: invitar a los chicos a la cabina y dejarlos conducir un avión de pasajeros.
Las causas del accidente aéreo fueron varias: la irresponsabilidad del piloto, la falta de entrenamiento de los comandantes de vuelo y que no haya sonado una alarma
Malas compañías
Unas horas después del accidente las autoridades localizan los restos y llegan al lugar los primeros expertos. Era un misterio… ¿qué había ocurrido?
Un día después le comunican a la esposa de Kudrinsky que no hay sobrevivientes. Victoria ha perdido a toda su familia, no puede creerlo. Todavía no conoce los motivos del accidente. El resto de los familiares de los pasajeros reciben la misma noticia fatal: nadie se ha salvado. Las autoridades los llevan en helicópteros hasta el lugar de la tragedia. Sobre los restos esparcidos arrojan flores y dejan caer mensajes escritos. Es la ceremonia de despedida, el funeral de sus seres queridos. Luego tendrán que intentar reconocer cuerpos, artículos personales y ropa para poder identificarlos. Es demoledor.
Veintidós pasajeros no logran ser identificados.
En el mundo de la aviación están extrañadísimos, todos quieren saber qué podía haber pasado con un avión tan moderno. Sabían que las turbinas estaban andando cuando la máquina se estrelló, por ende, no era una falla de motores. ¿Qué había salido mal? Cuando estuvieron los resultados de la caja negra, el caso se dilucidó: había chicos en la cabina. La falla era del piloto. Aun así querían saber más. Llamaron a expertos en este tipo de aeronaves en todo el mundo y reconstruyeron los últimos momentos del vuelo, con el diálogo recuperado de la cabina, en un simulador del Airbus A310 en Toulouse, Francia.
Luego de estudiar el caso durante meses, la junta de investigaciones concluyó que los pilotos solamente tenían que haber soltado los mandos, antes de entrar en pérdida, y el avión se hubiese encargado por sí mismo de efectuar las acciones necesarias para prevenir la caída. La falta de entrenamiento de los comandantes respecto del funcionamiento del piloto automático de estos aviones, sumada a la sobrecorrección y a la desorientación, eran parte de la catastrófica cadena de fallas humanas. También es cierto, que la falta de una alarma sonora en la desconexión de ese segmento del piloto automático, había contribuido al desastre.
La tragedia desató un escándalo mediático: pasajeros morían por el berretín de un padre imprudente. El caso llegó a documentales televisivos como Mayday: Catástrofes aéreas con el episodio “Niños en la cabina” (en 2005) y, en la temporada 2007, con el título “¿Quién está volando el avión?”. También llegó al mercado editorial en 1996 con la novela de Michael Crichton, Airframe. Suele pasar que las compañías quiten los números de los vuelos siniestrados de sus programas. Pero Aeroflot no es supersticiosa y continuó utilizando el número 593 para la misma ruta, dos veces por semana.
Eldar y Yana no querían morir. Solo fueron víctimas, como el resto de la gente a bordo, de la falta de profesionalismo de su padre y de sus carencias en el entrenamiento. Fueron enterrados uno al lado del otro en Moscú, al lado de los bomberos que murieron en Chernobyl. Una piedra, con sus nombres y sus fotos, los recuerdan.
Los familiares de los pasajeros entablaron juicios contra la aerolínea y recibieron, según ellos, ofertas de dinero insultantes. Algunos llegaron a acuerdos económicos en 1996; otros, continuaron su lucha legal. Poco más trascendió sobre el tema y el caso pasó a engrosar la historia de las tragedias de la aviación comercial.
Aquella noche, al mando del vuelo de Aeroflot 593, viajaban la imprudencia y la impericia. Solo queda esperar que la lección haya sido aprehendida y que, en las cabinas de mando, no vuelvan jamás a colarse estas dos malas compañías.
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